pub-6767527115832679 Como saber si has desarrollado dependencia emocional en una relación de pareja.

Como saber si has desarrollado dependencia emocional en una relación de pareja.

 

                              Apego es adicción 


Depender de la persona que se ama es una manera de enterrarse en vida, un acto de auto mutilación psicológica donde el amor propio, el auto respeto y la esencia de uno mismo son ofrendados y regalados irracionalmente. Cuando el apego está presente, entregarse, más que un acto de cariño desinteresado y generoso, es una forma de capitulación, una rendición guiada por el miedo con el fin de preservar lo bueno que ofrece la relación. Bajo el disfraz del amor romántico, la persona apegada comienza a sufrir una despersonalización lenta e implacable hasta convertirse en un anexo de la persona "amada", un simple apéndice. Cuando la dependencia es mutua, el enredo es funesto y tragicómico: si uno estor- nuda, el otro se suena la nariz. O, en una descripción igualmente malsana: si uno tiene frío, el otro se pone el abrigo. 


"Mi existencia no tiene sentido sin ella", "Vivo por él y para él", "Ella lo es todo para mí", "Él es lo más importante de mi vida", "No sé qué haría sin ella", "Si él me faltara, me mataría", "Te idolatro","Te necesito", en fin, la lista de este tipo de expresiones y " declaraciones de amor" es interminable y bastante conocida. En más de una ocasión las hemos recitado, cantado bajo una ventana, escrito o, simplemente, han brotado sin pudor alguno de un corazón palpitante y, deseoso de comunicar afecto. Pensamos que estas afirmaciones son muestras de amor, representaciones verdaderas y confiables del más puro e incondicional de los sentimientos. De manera contradictoria, la tradición ha pretendido inculcarnos un paradigma distorsionado y pesimista: el auténtico amor; irremediablemente, debe estar infectado de adicción. Un absoluto disparate. No importa cómo se quiera plantear, la obediencia debida, la adherencia y la subordinación que caracterizan al estilo dependiente no son lo más recomendable.
 
 La epidemiología del apego es abrumante. Según los expertos, la mitad de la consulta psicológica se debe a problemas ocasionados o relacionados con dependencia patológica interpersonal. En muchos casos, pese a lo nocivo de la relación, las personas son incapaces de ponerle fin. En otros, la dificultad reside en una incompetencia total para resolver el abandono o la pérdida afectiva. Es decir: o no se resignan a la ruptura o permanecen, inexplicable y obstinadamente, en una relación que no tiene ni pies ni cabeza.

Principales síntomas de la codependencia

Según el criterio del DSM5 los síntomas son los siguientes:
Trastorno de la personalidad dependiente
301.6 (F60.7)
Necesidad dominante y excesiva de que le cuiden, lo que conlleva un comportamiento sumiso y de apego exagerado, y miedo a la separación, que comienza en las primeras etapas de la edad adulta y está presente en diversos contextos, y que se manifiesta por cinco (o más) de los hechos siguientes:

1. Le cuesta tomar decisiones cotidianas sin el consejo y la tranquilización excesiva de otras personas.
2. Necesita a los demás para asumir responsabilidades en la mayoría de los ámbitos importantes de su vida.
3. Tiene dificultad para expresar el desacuerdo con los demás por miedo a perder su apoyo o aprobación. (Nota: No incluir los miedos realistas de castigo.)
4. Tiene dificultad para iniciar proyectos o hacer cosas por sí mismo (debido a la falta de confianza en el propio juicio o capacidad y no por falta de motivación o energía).
5. Va demasiado lejos para obtener la aceptación y apoyo de los demás, hasta el punto de hacer voluntariamente cosas que le desagradan.
6. Se siente incómodo o indefenso cuando está solo por miedo exagerado a ser incapaz de cuidarse a sí mismo.
7. Cuando termina una relación estrecha, busca con urgencia otra relación para que le cuiden y apoyen.
8. Siente una preocupación no realista por miedo a que lo abandonen.

Codependencia emocional.
Psic. Jessica Darte.


El apego desgasta y enferma 

Otra de las características del apego es el deterioro energético. Haciendo una analogía, podríamos decir que el adicto afectivo no es precisamente "impecable" a la hora de optimizar y utilizar su energía. Es un pésimo "guerrero". El sobre gasto de un amor dependiente tiene doble faz. Por un lado, el sujeto apegado hace un despliegue impresionante de recursos para retener su fuente de gratificación. Los activo dependientes pueden volverse celosos e hipervigilantes, tener ataques de ira, desarrollar patrones obsesivos de comportamiento, agredir físicamente o llamar la atención de manera inadecuada, incluso mediante atentados contra la propia vida. Los pasivo-dependientes tienden a ser sumisos, dóciles y extremadamente obedientes para intentar ser agradables y evitar el abandono. El repertorio de estrategias retentivas, de acuerdo con el grado de desesperación e inventiva del apegado, puede ser diverso, inesperado y especialmente peligroso. 


La segunda forma de despilfarro energético no es por exceso sino por defecto. El sujeto apegado concentra toda la capacidad placentera en la persona "amada", a expensas del resto de la humanidad. Con el tiempo, esta exclusividad se va convirtiendo en fanatismo y devoción: "Mi pareja lo es todo". El goce de la vida se reduce a una mínima expresión: la del otro. Es como tratar de comprender el mundo mirándolo a través del ojo de una cerradura, en vez de abrir la puerta de par en par. Quizás el refrán tenga razón: "No es bueno poner todos los huevos en la misma canasta "; definitivamente, hay que repartirlos. 

El apego enferma, castra, incapacita, elimina criterios, degrada y somete, deprime, genera 
estrés, asusta, cansa, desgasta y, finalmente, acaba con todo residuo de humanidad disponible. 

LA INMADUREZ EMOCIONAL: EL ESQUEMA CENTRAL DE TODO APEGO 

Pese a que el término inmadurez puede resultar ofensivo o peyorativo para ciertas personas, su verdadera acepción nada tiene que ver con retardo o estupidez. La inmadurez emocional implica una 
perspectiva ingenua e intolerante ante ciertas situaciones de la vida, generalmente incómodas o aversivas. Una persona que no haya desarrollado la madurez o inteligencia emocional adecuada tendrá dificultades ante el sufrimiento, la frustración y la incertidumbre. Fragilidad, inocencia, bisoñada, inexperiencia o novatada podrían ser utilizadas como sinónimos, pero, técnicamente hablando, el término "inmadurez" se acopla mejor al escaso autocontrol y/o autodisciplina que suelen mostrar los individuos que no toleran las emociones mencionadas. Dicho de otra manera, algunas personas estancan su crecimiento emocional en ciertas áreas, aunque en otras funcionan maravillosamente bien. 

Señalaré las tres manifestaciones más importantes de la inmadurez emocional relacionadas con el apego afectivo en particular y con las adicciones en general: 
(a) bajos umbrales para el sufrimiento,
 (b) baja tolerancia a la frustración y
 (c) la ilusión de permanencia.
Pese a que en la práctica estos tres esquemas suelen entremezclarse, los separaré para que puedan apreciarse mejor. Veamos cada uno en detalle.

Los umbrales para el sufrimiento: la ley del mínimo esfuerzo 
Según ciertos filósofos y teólogos, la ley del mínimo esfuerzo es válida incluso para Dios. Independientemente de la veracidad de esta afirmación, debemos admitir que la comodidad y la buena vida ejercen una atracción especial en los humanos. Prevenir el estrés es saludable (el tormento por el tormento no es recomendable para nadie), pero ser melindroso, sentarse a llorar ante el primer tropiezo y querer que la vida sea gratificante las veinticuatro horas, es definitivamente infantil. La incapacidad para soportar lo desagradable varía de un sujeto a otro. No todos tenemos los mismos umbrales o tolerancia al dolor. Hay personas que son capaces de aguantar una cirugía sin anestesia, o de desvincularse fácilmente de la persona que aman porque no les conviene, mientras que a otras hay que obligarlas, sedarlas o empujarlas, porque son de una susceptibilidad que raya en el merengue.
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Baja tolerancia a la Baja tolerancia a
Baja tolerancia a la frustración o el mundo gira a mi alrededor.
o el mundo gira a mi alrededor
Muchos enamorados no decodifican lo que su pareja piensa o siente, no lo comprenden o lo ignoran como si no existiera. Están tan ensimismados en su mundo afectivo, que no reconocen las motivaciones ajenas. No son capaces de descentrarse y meterse en los zapatos del otro. Cuando su media naranja les dice: "Ya no te quiero, lo siento", el dolor y la angustia se procesa solamente de manera autorreferencial: "¡Pero si yo te quiero!" Como si el hecho de querer a alguien fuera suficiente razón para que lo quisieran a uno. Aunque sea difícil de digerir para los egocéntricos, las otras personas tienen el derecho y no el "deber" de amarnos. No podemos subordinar lo posible a nuestras necesidades. Si no se puede, no se puede.
 
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Los malos perdedores en el amor son una bomba de tiempo. Cuando el otro se sale de su control o se aleja afectivamente, las estrategias de recuperación no tienen límites ni consideraciones; todo es válido. La rabieta puede incluir cualquier recurso, con tal de impedir el abandono. El fin justifica los medios. A veces ni siquiera es amor por el otro, sino amor propio. Orgullo y necesidad de ganar: " ¿Quién se cree que es? ... ¿Cómo se atreve a echarme?" La inmadurez también puede reflejarse en el sentido de posesión: "Es mío", "Es mía" o "No quiero jugar con mi juguete pero es mío y no lo presto". Muchas veces no es la tristeza de la pérdida lo que genera la desesperación, sino quién echó a quién. Si se obtiene nuevamente el control, la revancha no se hace esperar: "Cambié de opinión. Realmente no te quiero". Ganador absoluto. Una paciente decía: "Ya estoy más tranquila... Fui, lo reconquisté, se lo quité a la otra, y ahora sí... La cosa se acabó, pero porque yo lo decidí... ¿Cómo le parece el descaro, doctor? Cinco años de novios y dejarme a un lado como trapo sucio... Ya no me importa, que haga lo que quiera... ¿Por qué son tan raros los hombres?" El pensamiento central de la persona apegada afectivamente y con baja tolerancia a la frustración se expresa así: “No soy capaz de aceptar que el amor escape de mi control. La persona que amo debe girar a mí alrededor y a mi gusto. Necesito ser el centro y que las cosas sean como a mí me gustaría que fueran. No soporto la frustración, el fracaso o la desilusión. El amor debe ser a mi gusto y semejanza". 

La ilusión de permanencia de aquí a la eternidad 
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La estructura mental del apegado contiene una dudosa filosofía respecto al orden del universo. En el afán de conservar el objeto deseado, la persona dependiente, de una manera ingenua y arriesgada, concibe y acepta la idea de lo "permanente", de lo eternamente estable. El efecto tranquilizador que esta creencia tiene para los adictos es obvio: la permanencia del proveedor garantiza el abastecimiento. Aunque es claro que nada dura para siempre (al menos en esta vida el organismo inevitablemente se degrada y deteriora con el tiempo), la mente apegada crea el anhelo de la continuación y perpetuación ad infinitum: la inmortalidad. 

Hace más de dos mil años, Buda alertaba sobre los peligros de esta falsa eternidad psicológica: "Todo esfuerzo por aferrarnos nos hará desgraciados, porque tarde que temprano aquello a lo que nos aferramos desaparecerá y pasará. Ligarse a algo transitorio, ilusorio e incontrolable es el origen del sufrimiento. Todo lo adquirido puede perderse, porque todo es efímero. El apego es la causa del sufrimiento". 

La paradoja del sujeto apegado resulta patética: por evitar el sufrimiento instaura el apego, el cual incrementa el nivel de sufrimiento, que lo llevará nuevamente a fortalecer el apego para volver otra vez a padecer. El círculo se cierra sobre sí mismo y el vía crucis continúa. El apego está sustentado en una falsa premisa, una utopía imposible de alcanzar y un problema sin solución. La siguiente frase, nuevamente de Buda, es de un realismo cruento pero esclarecedor: "Todo fluye, todo cambia, todo nace y muere, nada permanece, todo se diluye; lo que tiene principio tiene fin, lo nacido muere y lo compuesto se descompone. Todo es transitorio, insustancial y, por tanto, 
insatisfactorio. No hay nada fijo de qué aferrarse”.

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Para que haya apego debe haber algo que lo justifique: o evitamos el dolor o mantenemos la satisfacción. Nadie se aferra al sufrimiento por el sufrimiento mismo. Ni siquiera los masoquistas se apegan al dolor, sino al deleite de sentirlo. El asceta busca iluminación; el monje flagelante redención; el suicida remedio. En cada caso, el placer y/o el sentido de seguridad psicológica se entremezclan hasta crear una especie de "superdroga", altamente sensible a la adicción. Esta explosiva mezcla no siempre se hace evidente; puede aparecer inocentemente como bienestar, tranquilidad, diversión, engrandecimiento del ego, confianza, compañía, soporte o simple presencia física. Si pensamos un momento cómo funciona el apego afectivo en cada uno de nosotros, veremos que la "súper sustancia" (placer / bienestar más seguridad / protección) siempre está presente, porque es el motivo del apego. Sin ella, no hay dependencia. 

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