pub-6767527115832679 ¿ Los Celos son normales en las parejas?.

¿ Los Celos son normales en las parejas?.

Los celos pueden definirse como la compleja reacción negativa de un individuo ante la relación sexual o emocional, ya sea real, imaginada o anticipada, de su pareja afectiva con otra persona.


Su esencia es el miedo a la infidelidad o a ser abandonado por el ser querido. Los celos son emociones, como la vergüenza, la envidia o el orgullo, que surgen en las relaciones interpersonales. Van asociados a cierta necesidad de recibir atención exclusiva y sentirse valorado, apreciado y querido. Necesidades estas últimas propias de todas las personas, pero que en quienes sienten celos son exageradas. Quien los sufre experimenta al mismo tiempo la necesidad intensa de una persona, a quien considera irreemplazable, y la sensación de que la puede perder. Frecuentemente, su intensidad y consecuencias apagan el cariño y acaban con la relación si no se pone remedio. Se

manifiestan de formas muy diversas y no puede hablarse de ellos como de un sentimiento

único.

Dos personas distintas los experimentarán de forma diferente y darán lugar a

reacciones también distintas: no hay dos iguales. Pueden darse desde celos puntuales

hasta auténticos trastornos psicopatológicos, algunos de ellos graves o peligrosos para el

celoso y su pareja, que requieren la intervención de un profesional o la de los servicios de

atención a mujeres maltratadas. Pero todos comparten algunos elementos en común, lo

que hace algo redundante la descripción de sus características. En su mayoría están

estrechamente relacionados, tanto en su origen como en su evolución, con la

personalidad o forma de ser y comportarse de cada cual, y con el tipo de vínculo que

mantiene con el ser querido. Una persona puede ser celosa o muy celosa en una relación y

no serlo en otra con una pareja distinta.

La variedad de los celos y sus características tan singulares obligan en primer lugar a

definir y describir un lenguaje o código básico que sirva para acercarse y comprender a

la persona afectada. Los celos van acompañados de pensamientos, actitudes y

comportamientos complejos y variados.

Psic. Jessica Duarte. 

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La conducta del celoso puede dividirse en dos

partes: hacia dentro están sus emociones y sentimientos; y hacia fuera, sus tendencias y

comportamientos. Estos últimos son instrumentales: buscan limitar y controlar la vida

del otro para ahuyentar competidores y evitar que le abandonen.

Las emociones son reacciones rápidas, complejas, intensas, ligadas a un suceso real,

imaginado o recordado, difíciles de controlar por quien las siente, que empujan a la

acción de forma irreflexiva. Cuando se habla de emociones suele distinguirse entre lo que

la persona experimenta en su cuerpo ante determinadas situaciones, que se suele

denominar «reacción emocional», y los sentimientos, que serían los aspectos subjetivos

de las emociones, es decir, lo que la persona siente en su interior y nadie más puede

conocer directamente. Algunos describen los sentimientos como lo que queda de las

emociones, con un carácter menos intenso, pero más duradero. Serían el rastro o la huella

de una emoción que sucedió hace tiempo. Una emoción está compuesta de cambios

físicos (palidez, sofoco, ahogo, palpitaciones, un nudo en la garganta o en el estómago, por

ejemplo), que en determinadas condiciones pueden observarse o medirse, y de estados

mentales o subjetivos, por ejemplo los sentimientos de desamparo o frustración.

Un componente esencial de las emociones es su carga afectiva, agradable o

desagradable, de atracción o rechazo. Este valor positivo o negativo lleva

inevitablemente a una contabilidad de los aconteceres sentimentales, también con dos

vertientes, una interna y otra externa, que se manifiestan entrelazadas. La vertiente

interna es una especie de termómetro de cómo nos va y de cuáles han sido y son nuestras

alegrías y nuestras penas. La persistencia de los sentimientos y el recuerdo de emociones

pasadas permiten establecer un balance de nuestra situación anímica en cualquier

momento. Podemos valorar cómo nos sentimos e incluso aplicar esa valoración a un día,

una semana, un año, una relación sentimental o toda una vida. La vertiente externa es máspeligrosa pues conduce a una contabilidad sentimental en la relación que puede acabar

con ella.


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Los pensamientos son ideas, basadas o no en la realidad y, por tanto, fruto de la

memoria o de la imaginación. Van desde lo que le sucedió a Mario, esto es, representarse

mentalmente una escena que puede haber ocurrido o no (el otro miembro de la pareja

besándose o haciendo el amor con otra persona), hasta idear una cadena de sucesos que

pueden o no haber sucedido o suceder en el futuro (la pareja le abandona a uno), o ideas

recurrentes que no se pueden controlar, como pensar todo el tiempo que «Mi marido se

fija en otra», «Me la va a pegar con el primero que conozca» o «Es muy inocente y

cualquiera se la camela». Pensamientos irracionales típicos de los celosos son: «Si me

deja no valgo nada», «Sería horrible y humillante que me abandonara», o el amenazador y

siniestro «Si no es para mí, no es para nadie». Los pensamientos junto con los recuerdos

pueden provocar emociones. Anticipan lo que puede ocurrir, sea bueno o malo. Los

celosos llegan a construir tramas conspirativas que describen el temido abandono o

traición de la persona amada. Integran en ella cualquier dato o información, aunque sea

irrelevante o no esté relacionado, y otorgan verosimilitud a estos productos de su

imaginación.

Las actitudes son disposiciones generales, que se extienden a lo largo del tiempo y que

hacen más fácil que se den o no determinados comportamientos. Hablaríamos en este

caso de actitudes de desconfianza, recelo, sospecha o susceptibilidad, que son tendencias

a ver por doquier señales de abandono y actuar en consecuencia. Desencadenan por tanto

comportamientos de indagación, de vigilancia, de persecución, obsesivos, agresivos o de

otro tipo más o menos preocupantes y peligrosos para el celoso y para su pareja.


Los celos son emociones sociales, llamadas así porque van ligadas a situaciones interpersonales. 


Las emociones sociales aparecen a lo largo del desarrollo humano, en la

infancia, la adolescencia y adultez, pero también a lo largo de la evolución de la especie.

Se manifiestan más tarde que las emociones no sociales o primarias, como la alegría, el

miedo o el asco, que son más elementales y comunes a muchas especies. Las emociones

sociales cumplen distintas funciones, entre ellas regular las relaciones entre las personas,

a menudo en beneficio aparente del grupo, de forma que limitan los deseos o aspiraciones

del individuo. Responden a normas o reglas culturales que especifican lo que es y lo que

no es aceptable. Influyen en lo que los demás piensan sobre lo que uno hace o no hace.

Pueden darse muchos factores asociados a los celos: exclusividad sexual, baja

autoestima o la sensación de no ser suficientemente bueno para la persona amada. Los

sentimientos de autoestima pueden depender excesivamente de la apreciación de la

pareja y no de uno mismo, lo que indica una gran vulnerabilidad. Algunos hombres

poseen un concepto tradicional del rol de la mujer, a la que consideran «su propiedad», y

tienden a sentirse heridos o amenazados si no la controlan o no les obedece. En algunas

mujeres hay una fuerte necesidad y dependencia de la relación, unida al rol sexual

tradicional de «realizarse en el matrimonio», que las lleva a realizar cualquier conducta

con tal de conservar a su pareja. Para ambos sexos es más probable que sea más celoso

quien en comparación con el otro está más implicado o comprometido con la relación, ya

que tenderá a ver en la actitud del otro una amenaza de abandono.


Como toda emoción, los celos son difíciles de controlar y pueden ser muy peligrosos.

Así, los celos masculinos son una de las principales causas, entre el 40 y el 80% según las

fuentes, del asesinato del cónyuge en la mayoría de las culturas. En nuestro país, detrás de

muchos casos de violencia sexista,[3] que ocasionalmente terminan con la muerte de la

mujer, se encuentran ataques de celos. Algunas personas muy celosas, aunque no lleguen

en ningún momento a desarrollar conductas agresivas, hacen la vida imposible a su

pareja y se hacen mucho daño a sí mismos: «Sufro a un celoso. Está tan celoso de mí que

le gustaría estar dentro de mi cabeza para saber qué pienso». Buscando mantener a toda

costa su relación, la ponen en peligro:


«Los celos son algo muy malo. No te dejan vivir y no dejan vivir a la otra persona». Es frecuente que acudan a la consulta de psicólogos y psiquiatras para intentar controlar sus impulsos y salvar así la vida de pareja.

El celoso sufre, se atormenta y se lamenta a menudo de que su sufrimiento no se

comprenda ni se reconozca como tal: «El más atroz de los suplicios» para Marcel Proust.

En chino, tener celos es «tragar vinagre». El pictograma y la palabra (cù) son el mismo

para celos y vinagre. A este sufrimiento contribuyen elementos muy variados. Por

ejemplo, la comparación con un rival hipotético o real en distintos atributos y cualidades

(edad, belleza, inteligencia, poder, estatus, formación, cultura) y su resultado, a menudo

humillante para el celoso. Éste reacciona curándose en salud, atacando, alejando y

denigrando a sus posibles competidores. También contribuye a su dolor psicológico la

degradación real o imaginada a los ojos de los demás, que pueden saber de su

padecimiento o de la posible infidelidad que, a veces, la víctima es la última en conocer.

También le hace sufrir la perpetua incertidumbre, y el llevar una endemoniada cuenta en

la que suma sospechas e indicios no confirmados que, aunque se desmientan o no se

confirmen puntualmente, se acumulan y pueden revivir en cualquier momento.


El    afectado    o    la    afectada    por    los    celos    no    entiende    lo    que    le    ocurre    ni    los    efectos perniciosos    de    su    conducta    sobre    la    pareja:    «¿Por    qué    me    va    a    dejar    mi    mujer    si    me quiere    tanto,    cuando    hay    tantos    maridos    que    no    quieren    a    sus    mujeres,    y    a        lo    único que    me    pasa    es    que    la    quiero    mucho?».    Llevará    a    cabo    conductas    de    chantaje    emocional considerándose    como    la    parte    débil    y    más    afectada.    Asegurará    no    entender    a    su    pareja    que    ésta    no    le    entiende,    y    no    reconocerá    o    minimizará    las    molestias    que    causan    sus actitudes    y    conductas.    Experimenta    sensaciones    molestas    y    no    sabe    bien    qué    le    sucede aunque    sea    capaz    de    elaborar    explicaciones    para    ello    más    o    menos    simples    («La    quiero tanto    que    no    puedo    vivir    sin    ella»).    Le    asalta    la    idea    de    que    «hay    alguien    que    está    ahí».



Tipos de celos


UN CÓCTEL DE SENTIMIENTOS

Los psicólogos hablan de los celos como una mezcla de emociones y sentimientos

difusos que dominan, en mayor o menor medida, el estado de ánimo general: malestar,

egoísmo, miedo, ansiedad o angustia, tristeza, abandono, inseguridad, autocompasión,

desconfianza, suspicacia, dependencia, infantilismo, deseo, capricho, desamparo,

frustración, soledad, sentirse amenazado, ser traicionado, rencor, vergüenza y envidia.

Pueden conducir al enfado, el reproche, la exigencia, el reclamo, la hostilidad o la ira.

Las emociones que mejor definen los celos son el dolor, la tristeza, la ira y el miedo.

Tanto el dolor como el miedo provocan ira. El núcleo es un miedo al alejamiento o

pérdida de la pareja, unido a un intenso dolor psicológico. Este temor puede estar

fundado tanto en razones objetivas como imaginarias.


El celoso es desconfiado:

Pues los celos pertenecen a esa familia de dudas enfermizas que despiertan mucho más la energía de una afirmación que su verosimilitud. Por lo demás, es propio del amor volvernos a la vez más desconfiados y más crédulos, hacernos sospechar —antes que de otra— de aquélla a quien amamos y dar crédito más fácilmente a sus negaciones.


Pero la desconfianza genera más desconfianza. Cuando una persona nota que su pareja

celosa indaga sobre su vida es fácil que pase a ocultar datos y sucesos. En parte para

evitar disputas y en parte para evitar tener que dar explicaciones que no debe. El

resultado es que se generan más ocultamiento y mentiras. También en palabras de Proust

en La prisionera: «Descubiertos los celos, la persona que los inspira los considera una

desconfianza que autoriza el engaño .No quiere decir esto que no haya engaños en

una relación en la que ninguno de los dos es celoso, sino que la indagación lleva a más

ocultación. Pero el resultado es todavía peor cuando el celoso descubre que su pareja le

oculta cosas de forma sistemática. Como escribió Alonso de Castillo Solórzano en una

obra de 1632: «Sea este recuerdo para los viejos celosos y para los mozos también; que

oprimir esposas y encerrarlas sólo sirven de que busquen modo para deshonra; taparle el

curso a la fuente es hacerla correr después con más violencia.


Los celos van de la mano de la mentira. Muchos celosos ocultan tanto lo que piensan y sienten como lo que llegan a hacer impulsados por su situación. Igualmente muchas personas que sufren a

celosos ocultan a quién acaban de conocer o dónde han estado para no dar celos y

ahorrarse escenas. Sin embargo, cuando estas mentiras se descubren es peor, y lo cierto es que muy pocas permanecen ocultas e impunes con el paso del tiempo. Aunque no se descubran nunca, ocultar y engañar no es bueno para la relación.


A menudo, el celoso se siente y se presenta como una víctima, posiblemente ficticia,

de una amenaza cuando en realidad lo que pretende es convertir a su pareja en la víctima

real de sus miedos y pensamientos irracionales. Como víctima hace uso del chantaje

emocional para que el otro o la otra cambie de conducta y limite sus movimientos, y

consigue así restringir su libertad de acción. En unos casos quiere ser visto como la parte

débil o herida a quien su amante, como compensación o reparación, debe obedecer y

someterse. Estaría expresado más o menos como: «Si me quieres de verdad, tienes que

hacer lo que yo quiera». Intenta con ello hacer que la pareja se sienta culpable y haga o

deje de hacer algo para que la culpa desaparezca. Por ejemplo, cuando las mujeres sufren

las presiones de un celoso manipulador pueden sentirse culpables, pensando que han

hecho algo malo y que puede que no se estén comportando como debieran. Se trata de

una trampa emocional en la que nadie debería caer.


El chantaje emocional se da en todo tipo de relaciones y no sólo cuando hay celos.

Existe una tendencia natural egoísta a aprovecharse de las situaciones y sacar ventaja de

lo que se pueda. Con mayor o menor intensidad es una constante en la vida de la pareja,

desde el principio hasta el fin. Y se manifiesta de muchas formas: «Si me quieres de

verdad, no deberías hacer eso», «Si me quisieras de verdad, habrías hablado con el amigo

de tu padre para que me dieran ese empleo», «Haces eso porque no me quieres», «Me

enfadaré mucho si hablas con él», «No sé cómo me sentará que la llames por teléfono»,

«Que hagas eso es algo que no puedo soportar».

Los celos traen problema con tu pareja



VIGILANCIA Y CONTROL

Los celos se manifiestan también a través de las conductas de vigilancia. Consisten en

estar pendiente ocasional o continuamente del comportamiento de la pareja sentimental,

interpretando y supervisando sus diferentes actividades: qué puede pensar, qué dice, qué

hace, qué puede estar haciendo, qué planea o qué pretenden los posibles competidores.

Los hombres intensifican las conductas de vigilancia, junto con las de control y retención.


de las que se habla a continuación, cuando sus esposas son más jóvenes y atractivas. Por

su parte, las mujeres lo hacen cuando sus esposos poseen más recursos. Ejemplos de

conductas de vigilancia son:

— Seguir de cerca su horario y actividades, sobre todo las horas de entrada y salida

de casa o del trabajo. Averiguar con detalle a qué horas exactas tiene que estar en

qué sitios.

— Preguntar quién es la persona con la que estaba hablando, por ejemplo, cuando la

ve con otro u otra al pasar a recogerla al salir del trabajo o de donde estudia; y de

qué hablaban, para a continuación no creerse la explicación y montar una bronca

o una escena.

— Explorar sistemáticamente el cuerpo de la pareja buscando aromas, señales,

moratones, huellas de mordiscos o chupetones reveladores.

— Hurgar en objetos y lugares personales: cajones, bolsos, bolsillos, o examinar la

ropa para ver si hay objetos sospechosos, olores o pelos delatores o huellas de

maquillaje.

— Poner un detective o encargar a un amigo que averigüe qué hace o dónde va

después del trabajo.

— Robar del buzón o consultar en Internet las facturas del móvil a ver quién le llama

y a quién llama.

— Aprovechar un momento de descuido para inspeccionar el teléfono móvil e

indagar en las llamadas o mensajes SMS. Emplear sistemas de control para saber

dónde se encuentra a través del smartphone.

— Explorar el ordenador de la víctima y buscar en su correo electrónico y en las

páginas visitadas indicios de infidelidad. Hay sistemas y aplicaciones informáticas

que permiten saber qué ha hecho una persona en el ordenador. Y existen

programas espía que pueden introducir virus en la computadora para saber qué

páginas ha visitado y todo lo que ha tecleado.


Sufren de una sensibilidad excesiva a señales reales o imaginadas de infidelidad o de

que la pareja comienza a interesarse por los demás, algo que se manifiesta en los

comportamientos anteriores y en muchos otros: «El marido importunaba continuamente

con llamadas a su mujer. Con frecuencia comprobaba con precisión milimétrica si estaba

haciendo lo que había dicho que iba a hacer, donde había dicho que iba a estar o con

quien había dicho que iba a estar. Si no coincidía, la interrogaba». Estas conductas pueden

llegar a ser muy molestas y agresivas, y muchas personas no soportan esta situación. Por

ejemplo, las continuas llamadas y mensajes al teléfono móvil con insultos: «Eres una

puta. ¿Con quién estás? ¿Por qué no me llamas?»; «Cabrón, sé que estás con otra. No me

engañas». Hay personas que sufren estas agresiones cada pocos minutos, incluso durante

una separación breve y plenamente justificada. En estas circunstancias, la relación se

vuelve insoportable.


CONDUCTAS AGRESIVAS: «¿DÓNDE TE CREES QUE VAS CON ESA MINIFALDA

Las conductas negativas de control presentan muchas variantes, destacando las

escenas de celos que buscan intimidar a la pareja, haciéndola sentir culpable por los

sentimientos del celoso y coaccionándola para que cambie su comportamiento. Muchas

escenas de celos son estallidos de lloros, recriminaciones e insultos, que pueden alargarse

durante horas, y buscan llamar la atención o dar lástima para recibir compasión, apoyo,

cariño, explicaciones o desmentidos del otro miembro de la pareja a través del chantaje

emocional.

Las agresiones verbales se dirigen no sólo hacia la pareja, sino también hacia los

posibles rivales sentimentales. El objetivo es disuadirlos de inmiscuirse en la relación y

mantenerlos alejados. Se busca su degradación con insultos, descalificaciones y mentiras

maliciosas. Los ataques se centran en los aspectos o rasgos que la pareja podría valorar

favorablemente (belleza física, capacidad intelectual, carácter, recursos económicos,

cualidades morales). Se trata de minimizar o anular lo bueno y resaltar todo lo malo para

que sean menos atractivos.


.

Algunas escenas se realizan en público, delante de compañeros de estudio o de

trabajo, para resaltar el control sobre la víctima. En estos casos se llega a humillar a la

pareja delante de los demás. Se la degrada y se muestra su poder (o posesión) sobre ella

para que se sienta minusvalorada. Fácilmente incluye insultos y amenazas que se

intensifican, como el resto de las agresiones, con el alcohol y el consumo de drogas. El

celoso intenta demostrar su superioridad o fortaleza psicológica frente a su pareja, a

quien quiere mostrar ante los demás devaluada, torpe, inferior o culpable. El efecto puede

ser opuesto al deseado, pues el airado celoso muestra en realidad su miedo, inseguridad y

pérdida de control sobre la situación y sobre sus propios sentimientos. Quien despliega

estos ataques puede sorprenderse después al darse cuenta de cómo ha perdido el control,

con la sensación de haberse convertido en otra persona.


QUÉ PUEDE PROVOCAR UN ATAQUE DE CELOS?

La conducta del celoso puede desencadenarse por señales de lo más variado. Desde lo

que pueden parecer indicios evidentes de infidelidad (ver a la pareja paseando cogida de

la mano de otra persona) hasta lo normal (despedirse de otro u otra cariñosamente con

besos en la mejilla), lo ambiguo o la casualidad (delante de uno, la persona querida se

encuentra con un ex a quien no ve desde hace mucho tiempo y lo saluda efusivamente) o

lo inexistente y, por tanto, imaginado. Cuanto más intensos son los celos, menos

condiciones se necesitan para que se den. Para algunos investigadores, la mayor o menor

sensibilidad a estas señales está en relación directa con la probabilidad percibida de

infidelidad: cuanto más crea uno que su pareja le puede ser infiel, más celos manifestará.


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