Los celos pueden definirse como la compleja reacción negativa de un individuo ante la relación sexual o emocional, ya sea real, imaginada o anticipada, de su pareja afectiva con otra persona.
Su esencia es el miedo a la infidelidad o a ser abandonado por el ser querido. Los celos son emociones, como la vergüenza, la envidia o el orgullo, que surgen en las relaciones interpersonales. Van asociados a cierta necesidad de recibir atención exclusiva y sentirse valorado, apreciado y querido. Necesidades estas últimas propias de todas las personas, pero que en quienes sienten celos son exageradas. Quien los sufre experimenta al mismo tiempo la necesidad intensa de una persona, a quien considera irreemplazable, y la sensación de que la puede perder. Frecuentemente, su intensidad y consecuencias apagan el cariño y acaban con la relación si no se pone remedio. Se
manifiestan de formas muy diversas y no puede hablarse de ellos como de un sentimiento
único.
Dos personas distintas los experimentarán de forma diferente y darán lugar a
reacciones también distintas: no hay dos iguales. Pueden darse desde celos puntuales
hasta auténticos trastornos psicopatológicos, algunos de ellos graves o peligrosos para el
celoso y su pareja, que requieren la intervención de un profesional o la de los servicios de
atención a mujeres maltratadas. Pero todos comparten algunos elementos en común, lo
que hace algo redundante la descripción de sus características. En su mayoría están
estrechamente relacionados, tanto en su origen como en su evolución, con la
personalidad o forma de ser y comportarse de cada cual, y con el tipo de vínculo que
mantiene con el ser querido. Una persona puede ser celosa o muy celosa en una relación y
no serlo en otra con una pareja distinta.
La variedad de los celos y sus características tan singulares obligan en primer lugar a
definir y describir un lenguaje o código básico que sirva para acercarse y comprender a
la persona afectada. Los celos van acompañados de pensamientos, actitudes y
comportamientos complejos y variados.
Psic. Jessica Duarte. |
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La conducta del celoso puede dividirse en dos
partes: hacia dentro están sus emociones y sentimientos; y hacia fuera, sus tendencias y
comportamientos. Estos últimos son instrumentales: buscan limitar y controlar la vida
del otro para ahuyentar competidores y evitar que le abandonen.
Las emociones son reacciones rápidas, complejas, intensas, ligadas a un suceso real,
imaginado o recordado, difíciles de controlar por quien las siente, que empujan a la
acción de forma irreflexiva. Cuando se habla de emociones suele distinguirse entre lo que
la persona experimenta en su cuerpo ante determinadas situaciones, que se suele
denominar «reacción emocional», y los sentimientos, que serían los aspectos subjetivos
de las emociones, es decir, lo que la persona siente en su interior y nadie más puede
conocer directamente. Algunos describen los sentimientos como lo que queda de las
emociones, con un carácter menos intenso, pero más duradero. Serían el rastro o la huella
de una emoción que sucedió hace tiempo. Una emoción está compuesta de cambios
físicos (palidez, sofoco, ahogo, palpitaciones, un nudo en la garganta o en el estómago, por
ejemplo), que en determinadas condiciones pueden observarse o medirse, y de estados
mentales o subjetivos, por ejemplo los sentimientos de desamparo o frustración.
Un componente esencial de las emociones es su carga afectiva, agradable o
desagradable, de atracción o rechazo. Este valor positivo o negativo lleva
inevitablemente a una contabilidad de los aconteceres sentimentales, también con dos
vertientes, una interna y otra externa, que se manifiestan entrelazadas. La vertiente
interna es una especie de termómetro de cómo nos va y de cuáles han sido y son nuestras
alegrías y nuestras penas. La persistencia de los sentimientos y el recuerdo de emociones
pasadas permiten establecer un balance de nuestra situación anímica en cualquier
momento. Podemos valorar cómo nos sentimos e incluso aplicar esa valoración a un día,
una semana, un año, una relación sentimental o toda una vida. La vertiente externa es máspeligrosa pues conduce a una contabilidad sentimental en la relación que puede acabar
con ella.
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Los pensamientos son ideas, basadas o no en la realidad y, por tanto, fruto de la
memoria o de la imaginación. Van desde lo que le sucedió a Mario, esto es, representarse
mentalmente una escena que puede haber ocurrido o no (el otro miembro de la pareja
besándose o haciendo el amor con otra persona), hasta idear una cadena de sucesos que
pueden o no haber sucedido o suceder en el futuro (la pareja le abandona a uno), o ideas
recurrentes que no se pueden controlar, como pensar todo el tiempo que «Mi marido se
fija en otra», «Me la va a pegar con el primero que conozca» o «Es muy inocente y
cualquiera se la camela». Pensamientos irracionales típicos de los celosos son: «Si me
deja no valgo nada», «Sería horrible y humillante que me abandonara», o el amenazador y
siniestro «Si no es para mí, no es para nadie». Los pensamientos junto con los recuerdos
pueden provocar emociones. Anticipan lo que puede ocurrir, sea bueno o malo. Los
celosos llegan a construir tramas conspirativas que describen el temido abandono o
traición de la persona amada. Integran en ella cualquier dato o información, aunque sea
irrelevante o no esté relacionado, y otorgan verosimilitud a estos productos de su
imaginación.
Las actitudes son disposiciones generales, que se extienden a lo largo del tiempo y que
hacen más fácil que se den o no determinados comportamientos. Hablaríamos en este
caso de actitudes de desconfianza, recelo, sospecha o susceptibilidad, que son tendencias
a ver por doquier señales de abandono y actuar en consecuencia. Desencadenan por tanto
comportamientos de indagación, de vigilancia, de persecución, obsesivos, agresivos o de
otro tipo más o menos preocupantes y peligrosos para el celoso y para su pareja.
Los celos son emociones sociales, llamadas así porque van ligadas a situaciones interpersonales.
Las emociones sociales aparecen a lo largo del desarrollo humano, en la
infancia, la adolescencia y adultez, pero también a lo largo de la evolución de la especie.
Se manifiestan más tarde que las emociones no sociales o primarias, como la alegría, el
miedo o el asco, que son más elementales y comunes a muchas especies. Las emociones
sociales cumplen distintas funciones, entre ellas regular las relaciones entre las personas,
a menudo en beneficio aparente del grupo, de forma que limitan los deseos o aspiraciones
del individuo. Responden a normas o reglas culturales que especifican lo que es y lo que
no es aceptable. Influyen en lo que los demás piensan sobre lo que uno hace o no hace.
Pueden darse muchos factores asociados a los celos: exclusividad sexual, baja
autoestima o la sensación de no ser suficientemente bueno para la persona amada. Los
sentimientos de autoestima pueden depender excesivamente de la apreciación de la
pareja y no de uno mismo, lo que indica una gran vulnerabilidad. Algunos hombres
poseen un concepto tradicional del rol de la mujer, a la que consideran «su propiedad», y
tienden a sentirse heridos o amenazados si no la controlan o no les obedece. En algunas
mujeres hay una fuerte necesidad y dependencia de la relación, unida al rol sexual
tradicional de «realizarse en el matrimonio», que las lleva a realizar cualquier conducta
con tal de conservar a su pareja. Para ambos sexos es más probable que sea más celoso
quien en comparación con el otro está más implicado o comprometido con la relación, ya
que tenderá a ver en la actitud del otro una amenaza de abandono.
Como toda emoción, los celos son difíciles de controlar y pueden ser muy peligrosos.
Así, los celos masculinos son una de las principales causas, entre el 40 y el 80% según las
fuentes, del asesinato del cónyuge en la mayoría de las culturas. En nuestro país, detrás de
muchos casos de violencia sexista,[3] que ocasionalmente terminan con la muerte de la
mujer, se encuentran ataques de celos. Algunas personas muy celosas, aunque no lleguen
en ningún momento a desarrollar conductas agresivas, hacen la vida imposible a su
pareja y se hacen mucho daño a sí mismos: «Sufro a un celoso. Está tan celoso de mí que
le gustaría estar dentro de mi cabeza para saber qué pienso». Buscando mantener a toda
costa su relación, la ponen en peligro:
«Los celos son algo muy malo. No te dejan vivir y no dejan vivir a la otra persona». Es frecuente que acudan a la consulta de psicólogos y psiquiatras para intentar controlar sus impulsos y salvar así la vida de pareja.
El celoso sufre, se atormenta y se lamenta a menudo de que su sufrimiento no se
comprenda ni se reconozca como tal: «El más atroz de los suplicios» para Marcel Proust.
En chino, tener celos es «tragar vinagre». El pictograma y la palabra (cù) son el mismo
para celos y vinagre. A este sufrimiento contribuyen elementos muy variados. Por
ejemplo, la comparación con un rival hipotético o real en distintos atributos y cualidades
(edad, belleza, inteligencia, poder, estatus, formación, cultura) y su resultado, a menudo
humillante para el celoso. Éste reacciona curándose en salud, atacando, alejando y
denigrando a sus posibles competidores. También contribuye a su dolor psicológico la
degradación real o imaginada a los ojos de los demás, que pueden saber de su
padecimiento o de la posible infidelidad que, a veces, la víctima es la última en conocer.
También le hace sufrir la perpetua incertidumbre, y el llevar una endemoniada cuenta en
la que suma sospechas e indicios no confirmados que, aunque se desmientan o no se
confirmen puntualmente, se acumulan y pueden revivir en cualquier momento.
El afectado o la afectada por los celos no entiende lo que le ocurre ni los efectos perniciosos de su conducta sobre la pareja: «¿Por qué me va a dejar mi mujer si me quiere tanto, cuando hay tantos maridos que no quieren a sus mujeres, y a mí lo único que me pasa es que la quiero mucho?». Llevará a cabo conductas de chantaje emocional considerándose como la parte débil y más afectada. Asegurará no entender a su pareja y que ésta no le entiende, y no reconocerá o minimizará las molestias que causan sus actitudes y conductas. Experimenta sensaciones molestas y no sabe bien qué le sucede aunque sea capaz de elaborar explicaciones para ello más o menos simples («La quiero tanto que no puedo vivir sin ella»). Le asalta la idea de que «hay alguien que está ahí».
Tipos de celos
UN CÓCTEL DE SENTIMIENTOS
Los psicólogos hablan de los celos como una mezcla de emociones y sentimientos
difusos que dominan, en mayor o menor medida, el estado de ánimo general: malestar,
egoísmo, miedo, ansiedad o angustia, tristeza, abandono, inseguridad, autocompasión,
desconfianza, suspicacia, dependencia, infantilismo, deseo, capricho, desamparo,
frustración, soledad, sentirse amenazado, ser traicionado, rencor, vergüenza y envidia.
Pueden conducir al enfado, el reproche, la exigencia, el reclamo, la hostilidad o la ira.
Las emociones que mejor definen los celos son el dolor, la tristeza, la ira y el miedo.
Tanto el dolor como el miedo provocan ira. El núcleo es un miedo al alejamiento o
pérdida de la pareja, unido a un intenso dolor psicológico. Este temor puede estar
fundado tanto en razones objetivas como imaginarias.
El celoso es desconfiado:
Pues los celos pertenecen a esa familia de dudas enfermizas que despiertan mucho más la energía de una afirmación que su verosimilitud. Por lo demás, es propio del amor volvernos a la vez más desconfiados y más crédulos, hacernos sospechar —antes que de otra— de aquélla a quien amamos y dar crédito más fácilmente a sus negaciones.
Pero la desconfianza genera más desconfianza. Cuando una persona nota que su pareja
celosa indaga sobre su vida es fácil que pase a ocultar datos y sucesos. En parte para
evitar disputas y en parte para evitar tener que dar explicaciones que no debe. El
resultado es que se generan más ocultamiento y mentiras. También en palabras de Proust
en La prisionera: «Descubiertos los celos, la persona que los inspira los considera una
desconfianza que autoriza el engaño .No quiere decir esto que no haya engaños en
una relación en la que ninguno de los dos es celoso, sino que la indagación lleva a más
ocultación. Pero el resultado es todavía peor cuando el celoso descubre que su pareja le
oculta cosas de forma sistemática. Como escribió Alonso de Castillo Solórzano en una
obra de 1632: «Sea este recuerdo para los viejos celosos y para los mozos también; que
oprimir esposas y encerrarlas sólo sirven de que busquen modo para deshonra; taparle el
curso a la fuente es hacerla correr después con más violencia.
Los celos van de la mano de la mentira. Muchos celosos ocultan tanto lo que piensan y sienten como lo que llegan a hacer impulsados por su situación. Igualmente muchas personas que sufren a
celosos ocultan a quién acaban de conocer o dónde han estado para no dar celos y
ahorrarse escenas. Sin embargo, cuando estas mentiras se descubren es peor, y lo cierto es que muy pocas permanecen ocultas e impunes con el paso del tiempo. Aunque no se descubran nunca, ocultar y engañar no es bueno para la relación.
A menudo, el celoso se siente y se presenta como una víctima, posiblemente ficticia,
de una amenaza cuando en realidad lo que pretende es convertir a su pareja en la víctima
real de sus miedos y pensamientos irracionales. Como víctima hace uso del chantaje
emocional para que el otro o la otra cambie de conducta y limite sus movimientos, y
consigue así restringir su libertad de acción. En unos casos quiere ser visto como la parte
débil o herida a quien su amante, como compensación o reparación, debe obedecer y
someterse. Estaría expresado más o menos como: «Si me quieres de verdad, tienes que
hacer lo que yo quiera». Intenta con ello hacer que la pareja se sienta culpable y haga o
deje de hacer algo para que la culpa desaparezca. Por ejemplo, cuando las mujeres sufren
las presiones de un celoso manipulador pueden sentirse culpables, pensando que han
hecho algo malo y que puede que no se estén comportando como debieran. Se trata de
una trampa emocional en la que nadie debería caer.
El chantaje emocional se da en todo tipo de relaciones y no sólo cuando hay celos.
Existe una tendencia natural egoísta a aprovecharse de las situaciones y sacar ventaja de
lo que se pueda. Con mayor o menor intensidad es una constante en la vida de la pareja,
desde el principio hasta el fin. Y se manifiesta de muchas formas: «Si me quieres de
verdad, no deberías hacer eso», «Si me quisieras de verdad, habrías hablado con el amigo
de tu padre para que me dieran ese empleo», «Haces eso porque no me quieres», «Me
enfadaré mucho si hablas con él», «No sé cómo me sentará que la llames por teléfono»,
«Que hagas eso es algo que no puedo soportar».
VIGILANCIA Y CONTROL
Los celos se manifiestan también a través de las conductas de vigilancia. Consisten en
estar pendiente ocasional o continuamente del comportamiento de la pareja sentimental,
interpretando y supervisando sus diferentes actividades: qué puede pensar, qué dice, qué
hace, qué puede estar haciendo, qué planea o qué pretenden los posibles competidores.
Los hombres intensifican las conductas de vigilancia, junto con las de control y retención.
de las que se habla a continuación, cuando sus esposas son más jóvenes y atractivas. Por
su parte, las mujeres lo hacen cuando sus esposos poseen más recursos. Ejemplos de
conductas de vigilancia son:
— Seguir de cerca su horario y actividades, sobre todo las horas de entrada y salida
de casa o del trabajo. Averiguar con detalle a qué horas exactas tiene que estar en
qué sitios.
— Preguntar quién es la persona con la que estaba hablando, por ejemplo, cuando la
ve con otro u otra al pasar a recogerla al salir del trabajo o de donde estudia; y de
qué hablaban, para a continuación no creerse la explicación y montar una bronca
o una escena.
— Explorar sistemáticamente el cuerpo de la pareja buscando aromas, señales,
moratones, huellas de mordiscos o chupetones reveladores.
— Hurgar en objetos y lugares personales: cajones, bolsos, bolsillos, o examinar la
ropa para ver si hay objetos sospechosos, olores o pelos delatores o huellas de
maquillaje.
— Poner un detective o encargar a un amigo que averigüe qué hace o dónde va
después del trabajo.
— Robar del buzón o consultar en Internet las facturas del móvil a ver quién le llama
y a quién llama.
— Aprovechar un momento de descuido para inspeccionar el teléfono móvil e
indagar en las llamadas o mensajes SMS. Emplear sistemas de control para saber
dónde se encuentra a través del smartphone.
— Explorar el ordenador de la víctima y buscar en su correo electrónico y en las
páginas visitadas indicios de infidelidad. Hay sistemas y aplicaciones informáticas
que permiten saber qué ha hecho una persona en el ordenador. Y existen
programas espía que pueden introducir virus en la computadora para saber qué
páginas ha visitado y todo lo que ha tecleado.
Sufren de una sensibilidad excesiva a señales reales o imaginadas de infidelidad o de
que la pareja comienza a interesarse por los demás, algo que se manifiesta en los
comportamientos anteriores y en muchos otros: «El marido importunaba continuamente
con llamadas a su mujer. Con frecuencia comprobaba con precisión milimétrica si estaba
haciendo lo que había dicho que iba a hacer, donde había dicho que iba a estar o con
quien había dicho que iba a estar. Si no coincidía, la interrogaba». Estas conductas pueden
llegar a ser muy molestas y agresivas, y muchas personas no soportan esta situación. Por
ejemplo, las continuas llamadas y mensajes al teléfono móvil con insultos: «Eres una
puta. ¿Con quién estás? ¿Por qué no me llamas?»; «Cabrón, sé que estás con otra. No me
engañas». Hay personas que sufren estas agresiones cada pocos minutos, incluso durante
una separación breve y plenamente justificada. En estas circunstancias, la relación se
vuelve insoportable.
CONDUCTAS AGRESIVAS: «¿DÓNDE TE CREES QUE VAS CON ESA MINIFALDA?»
Las conductas negativas de control presentan muchas variantes, destacando las
escenas de celos que buscan intimidar a la pareja, haciéndola sentir culpable por los
sentimientos del celoso y coaccionándola para que cambie su comportamiento. Muchas
escenas de celos son estallidos de lloros, recriminaciones e insultos, que pueden alargarse
durante horas, y buscan llamar la atención o dar lástima para recibir compasión, apoyo,
cariño, explicaciones o desmentidos del otro miembro de la pareja a través del chantaje
emocional.
Las agresiones verbales se dirigen no sólo hacia la pareja, sino también hacia los
posibles rivales sentimentales. El objetivo es disuadirlos de inmiscuirse en la relación y
mantenerlos alejados. Se busca su degradación con insultos, descalificaciones y mentiras
maliciosas. Los ataques se centran en los aspectos o rasgos que la pareja podría valorar
favorablemente (belleza física, capacidad intelectual, carácter, recursos económicos,
cualidades morales). Se trata de minimizar o anular lo bueno y resaltar todo lo malo para
que sean menos atractivos.
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Algunas escenas se realizan en público, delante de compañeros de estudio o de
trabajo, para resaltar el control sobre la víctima. En estos casos se llega a humillar a la
pareja delante de los demás. Se la degrada y se muestra su poder (o posesión) sobre ella
para que se sienta minusvalorada. Fácilmente incluye insultos y amenazas que se
intensifican, como el resto de las agresiones, con el alcohol y el consumo de drogas. El
celoso intenta demostrar su superioridad o fortaleza psicológica frente a su pareja, a
quien quiere mostrar ante los demás devaluada, torpe, inferior o culpable. El efecto puede
ser opuesto al deseado, pues el airado celoso muestra en realidad su miedo, inseguridad y
pérdida de control sobre la situación y sobre sus propios sentimientos. Quien despliega
estos ataques puede sorprenderse después al darse cuenta de cómo ha perdido el control,
con la sensación de haberse convertido en otra persona.
QUÉ PUEDE PROVOCAR UN ATAQUE DE CELOS?
La conducta del celoso puede desencadenarse por señales de lo más variado. Desde lo
que pueden parecer indicios evidentes de infidelidad (ver a la pareja paseando cogida de
la mano de otra persona) hasta lo normal (despedirse de otro u otra cariñosamente con
besos en la mejilla), lo ambiguo o la casualidad (delante de uno, la persona querida se
encuentra con un ex a quien no ve desde hace mucho tiempo y lo saluda efusivamente) o
lo inexistente y, por tanto, imaginado. Cuanto más intensos son los celos, menos
condiciones se necesitan para que se den. Para algunos investigadores, la mayor o menor
sensibilidad a estas señales está en relación directa con la probabilidad percibida de
infidelidad: cuanto más crea uno que su pareja le puede ser infiel, más celos manifestará.
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